Nadie puede dudar que la neurociencia va a revolucionar el desarrollo de la educación en los próximos años. Los avances que se están produciendo en este sentido son cada vez más importantes y de profundo calado: conocimiento del funcionamiento del cerebro, herramientas para mejorar el aprendizaje, para detectar problemas de aprendizaje, para construir nuevos conocimientos en los momentos adecuados que sirvan a su vez para seguir construyendo más conocimiento, la trascendencia del entorno, de la genética, etc. Y, por supuesto, el valor de la emoción en el proceso de aprendizaje. Ya en su momento, John Dewey había remarcado la importancia de la experiencia en el aprendizaje, pero también de lo emocional y lo lúdico. Y Giner de los Ríos afirmaba, hace más de un siglo, que una clase en la naturaleza aportaba más que una clase en la escuela. Es decir, el aprendizaje va de los concreto-sensorial a lo abstracto-ideológico.
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